miércoles, 13 de abril de 2011

La curiosa historia de los cónclaves

miércoles, 13 de abril de 2011
El cónclave es la reunión de los cardenales de la Santa Iglesia Romana para elegir al papa. También se designa con este nombre al lugar donde tiene lugar esta reunión. El nombre de cónclave viene de la expresión latina cum clave ( con llave).

Las disposiciones sobre el cónclave están contenidas en la constitución Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II el 23 de febrero de 1996. Pero el origen del cónclave no es papal, sino, aunque pueda parecer paradójico, popular.

No fueron los electores del romano pontífice o los papas los iniciadores de esta costumbre rigurosa, sino el pueblo en uno de esos actos de coraje a los que la sabiduría popular da forma de acción. Tuvo algunos precedentes. En primer lugar está lo ocurrido en Perugia, en 1216, con ocasión de la sede vacante producida por la muerte de Inocencio III y ante la indecisión de los cardenales para nombrar papa, el pueblo encerró bajo llave a los 19 cardenales en el Palacio Pontificio obligándoles a ponerse de acuerdo lo más pronto posible. El encierro surtió el efecto deseado: en poco tiempo, la Iglesia tenía un nuevo papa en la persona de Honorio III.

La experiencia se repite en 1241 al morir Gregorio IX cuando los romanos encierran a los cardenales en la famosa fortaleza de Septimio Severo, después de dos meses de sede vacante. Los diez cardenales, pronto, coinciden en la elección de Celestino IV, que moriría sólo 18 días después.

El 29 de noviembre de 1269 murió Clemente IV, francés de nacimiento. Hasta la elección de su sucesor pasarán casi tres años: el período más largo de sede vacante en la historia de la Iglesia. Y podría haber durado más si no es por la intervención decisiva del pueblo de Viterbo, que origina, en sentido estricto, el nacimiento de la institución del cónclave.

En Viterbo se reunieron 18 cardenales para elegir papa, pero no se ponían de acuerdo. El pueblo se impacientó y decidió acelerar la elección con los medios que tenía a su alcance. A la cabeza de los fieles estaba san Buenaventura, y la decisión popular no se hizo esperar: encerrar cum clave a los cardenales hasta que haya papa. Se tapiaron las paredes y las puertas. Y el pueblo se quedó a la espera del anuncio de la elección.

Pasaron aún dos meses, y el pueblo tomó nuevas medidas: racionar la comida a los conclavistas. Ni por esas. Pero el pueblo llegó a más: en pleno invierno, quitaron el techo de la sala en la que los cardenales se reunían para la elección. No se sabe si fue el hambre, o el frío, o el miedo a que los de Viterbo cumplieran sus amenazas -o las tres cosas juntas- lo que aceleró la elección del papa. Lo cierto es que la Iglesia -y con ella los audaces ciudadanos de Viterbo- tuvieron un papa que se llamó Gregorio X. Éste, que sería beatificado por la Iglesia, por medio de la constitución Ubi periculum, ordenó que la elección del papa se hiciera siempre en cónclave.

Diversos papas dieron normas sobre el cónclave. Algunas regulaciones resaltaban la necesidad de que, para acelerar el proceso de elección, las condiciones en el cónclave fueran lo más incómodas posibles. Según lo dispuesto por Juan Pablo II, durante el cónclave, los cardenales electores residirían en llamada Domus Sanctae Marthae, sin las estrecheces e incomodidades de épocas pasadas.

Esta entrada fue publicada en Historia de los Papas



viernes, 8 de abril de 2011

¿IV ó IIII?: Relojes con numeración romana

viernes, 8 de abril de 2011
No se si debo ser de los pocos que me he tirado toda la vida mirando el reloj de la puerta del Sol de Madrid cada Nochevieja y no me había percatado del "error" o "no error" del número 4 romano que aparece como IIII y no como el IV que todos conocemos y nos enseñaron. Por lo que parece, es una regla general de todos los relojes con ese tipo de numeración, aunque como en todas las reglas existen sus excepciones. ¿A qué se debe este cambio?

Existen distintas teorías sobre el porqué de la utilización de la cifra romana IIII en vez de IV. En la parte izquierda de la esfera, a la altura del IIII se sitúa la cifra VIII, que normalmente se realiza mediante cuatro trazos gruesos y uno fino. La cifra VIII es por lo tanto la que más abulta en la esfera. La simetría de ésta queda descompensada si se utiliza el IV, que normalmente se realiza con dos trazos gruesos y uno fino. La cifra IIII se utilizaría por tanto por razones estéticas, de simetría de la esfera. 

Otro argumento apunta la conveniencia adicional de utilizar el IIII ya que de esta manera una esfera necesita 20 I, 4 V y 4 X, un número par de cada una. En el proceso de construcción de las cifras, los moldes utilizados producirían a cada lado de una varilla central 10 I, 2 V y 2 X , lo cual era sin duda conveniente para la simplificación del proceso de fabricación. 

Otra teoría explica que la razón por la cual no se utilizaría la cifra IV sería por respeto al dios romano Júpiter, que en latín empieza por IV (JU). Esto tendría su origen en los días lejanos de los relojes de Sol. Aunque es una teoría extraña, la verdad es que prácticamente ningún reloj de Sol construido antes del s.XIX tiene el IV, siempre el IIII. 

Hay que destacar que el IIII no solo se encuentra en las esferas de los relojes. Los estudiosos de las antiguas inscripciones romanas en diversos monumentos de mármol, etc, han constatado que la forma IIII se empleaba de manera usual. La utilización del IIII en las esferas de los relojes no sería más que una aplicación de esa forma común. 

En todo caso la utilización de la forma IIII ha continuado de manera predominante hasta nuestros días, en lo que respecta a los relojes con numeración romana, aunque se pueden citar ilustres excepciones a la regla, como el mundialmente famoso reloj de la Torre del Parlamento de Londres, que usa el IV, como vemos en la siguiente imagen:


o el maravilloso reloj del Parlamento de Praga, que también lo hace con la numeración clásica:


Muchas gracias J.J. Asensio por ofrecernos este tema para retomar Ballesterismo.

Fuentes:
http://www.todoexpertos.com
http://monica-bevia.blogspot.com




martes, 29 de junio de 2010

Miguel Ángel: Del boicot a la Divinidad

martes, 29 de junio de 2010
Si hablamos de Miguel Ángel a la gente seguramente le venga a la cabeza mágnificas obras como La Piedad, el David y sobre todo, el fresco de la Capilla Sixtina. Pues bien, ésta última no hubiera sido posible si Miguel Ángel no hubiera sido víctima de un intento de boicot por parte de sus competidores de la época Rafael y Donato Bramante.

Corrían los primeros años del siglo XVI cuando un joven Miguel Ángel ya empezaba a ganarse la admiración de todos por su faceta de arquitecto y escultor. Tanta admiración levantaba que algunos compañeros de profesión comenzaron a sentirse algo celosos y cambiaron la admiración por rencor.

Dos grandes personajes de la época que necesitan poca introducción, como el pintor Rafael y el famoso arquitecto Bramante, creador de la Capilla Sixtina en sí misma, intentaron realizar una jugada al joven escultor para que tuviera un pequeño fracaso y no se le mitificase.

Para ello, negociaron con el Papa de la época, Papa Julio II para que convenciese a Miguel Ángel para pintar y decorar el interior de la monumental Capilla Sixtina. Era bien sabido en ese tiempo que Miguel Ángel se sentía muy cómodo con la escultura y arquitectura pero que no se consideraba a sí mismo como buen pintor, por lo que al recibir la oferta, la denegó. Tras ser presionado varias veces por el Papa, tuvo finalmente que aceptar el encargo, lo que hizo que Rafael y Bramante se frotaran las manos. Habían conseguido su propósito y era cuestión de tiempo que Miguel Ángel se rindiese ante semejante obra y su popularidad bajase tremendamente.

Como bien sabéis esto no ocurrió, como buen perfeccionista, Miguel Ángel no permitió a nadie observar su obra a medio finalizar, incluso le molestaba las esporádicas visitas que realizaba el Papa para darle consejos sobre ciertos aspectos. Pero el peor momento estaba por llegar, ya que Bramante, utilizando su papel de arquitecto de la obra, consiguió un permiso del propio Papa para poder visitar a Miguel Ángel junto a su amigo Rafael, lo que suspuso en Miguel Ángel un gran sentimiento de odio y rencor hacía el arquitecto y el pintor. Pero lo que se encontraron en el interior no fue precisamente lo que esperaban. Al ingresar en la capilla, y estudiar los frescos a medio terminar, Rafael quedó tan maravillado, que al retomar su obra en la que estaba trabajando, la famosa Escuela de Atenas en la Stanza della Segnatura, dio tributo a Miguel Ángel incluyéndolo como pieza central en la obra.

Cuatro años empleó Miguel Ángel para crear la que se puede considerar una de las obras artísticas más bellas y reconocibles de la historia, y, que lejos de ser un fracaso como pretendían sus "compañeros", le hicieron ganarse el sobrenombre de "El Divino".




miércoles, 5 de mayo de 2010

¿Existió el año 0?

miércoles, 5 de mayo de 2010
Los antiguos numeraban los años según sistemas muy diversos. Por ejemplo, los griegos usaban las olimpiadas, de modo que, para ellos, Pericles llegó al poder el segundo año de la sepguagésimo séptima olimpiada (460 a.C.) En general los romanos no numeraban los años, sino que los indicaban nombrando los cónsules correspondientes. Así, el año 100 a.C. era el año en que fueron cónsules Cayo Mario y Lucio Valerio. No obstante, para aquellos casos en que una numeración correlativa era imprescindible, terminaron elaborando un sistema de datación que, teóricamente, comenzaba el año en que Rómulo fundó Roma.

En 1258 a.u.c. (ab urbe condita, desde la fundacion de la ciudad), Dionisio el Exiguo, un monje de origen sirio que vivía en un convento de Roma, matemático y teólogo, tras profundos estudios de la Biblia y de las fuentes históricas, llegó a la conclusión de que Jesucristo había nacido el 25 de diciembre del año 754 a.u.c., y propuso que dicho año fuera llamado 1 a.D. (anno Domini), es decir, el año 1 del Señor. El clero difundió rápidamente este sistema de datación, si bien su introducción oficial tuvo lugar en épocas muy distintas en cada país. Por ejemplo, Carlomagno decretó su uso el mismo año de su coronación, que, de 1554 a.u.c., pasó a ser el año 800 a.D. Los eruditos siguieron usando el sistema a.u.c. para numerar los años hasta el 753 a.u.c. y, a partir de aquí, consideraban que empezaba la Era Cristiana, con lo que el año siguiente pasaba a ser 1 a.D. No fue hasta el siglo XVII que los historiadores empezaron a nombrar los años anteriores al 1 a.D. contando hacia atrás. Por aquellas fechas, el sistema de numeración arábigo estaba plenamente difundido y los matemáticos hacía mucho tiempo que manejaban con soltura los números negativos, pero parece ser que los historiadores no, lo que les llevó a cometer un crimen contra la humanidad: impusieron la costumbre de que el año anterior al 1 a.D, esto es, el año 753 a.u.c., pasara a ser el año 1 antes de Cristo, en siglas 1 a.C., tras el cual venía el año 1 a.D o, equivalentemente, el año 1 d.C. (año 1 después de Cristo).

Dionisio el Exiguo no incluyó un año cero sencillamente porque el concepto de cero no existía en su época. El número cero fue introducido en Europa en el siglo IX por los árabes, que lo habían tomado a su vez del sistema indio.




 
Design by Pocket Free Blogger Templates created by The Blog Templates